“La letra escrita. Mi peor
enemiga, mi mejor aliada”
Desde la concepción, pasando por la infancia y
durante la niñez, nuestras células se multiplican desenfrenadas, como si
tuvieran prisa para dar forma y sentido a este cuerpo extraordinario. En nuestros cerebros, las neuronas abren nuevos caminos y se
propagan en busca de la conciencia y con ella, encontrar la razón
humana. Unos cuerpecitos
maravillosos, que crecen enredados entre mundos infantiles de fantasía y realidad.
Un día, yo también desperté con ese bello propósito,
el de crecer. Niña alegre, curiosa, que bailaba sin música y cantaba sin
conocer canción alguna. Apasionada, sensible, con sentimientos profundos y
amables hacia el resto de seres que,
junto a ella, habitaban la tierra
y le acompañaban en la aventura
de la vida. Era solo un cachorrito
humano, la expresión máxima del amor y de la vida, exactamente igual que eras tú y que todos los
niños.
Ahora lo
sé, la inteligencia que albergaba mi
cuerpo necesitaba abrir sus alas y desarrollarse a través de los colores, la
música, el arte, la creatividad y de aquellas estructuras complejas que se
alzaban en movimiento dentro de mi mente y mi corazón. Sin embargo, a los cinco años, un día, me dejaron amarrada en el embarcadero de la
institución escolar. Un embarcadero rancio, pretérito, en el que iba a permanecer anclada durante toda mi infancia y adolescencia.
Allí, los demás parecían sentirse seguros,
aprendiendo lecciones importantes para sus
vidas, por ejemplo, leer y escribir. Aquella tarea endiablada, que
aunque resultaba compleja, parecía
apropiada para las mentes de mis compañeros, se transfiguró en mi peor enemiga,
mi némesis. Quien por no obedecer y respetar sus normas, se ocuparía de juzgarme y aplicarme un
implacable castigo, cada día de mi vida.
En mis
recuerdos, resuena una y otra vez un solo deseo, escapar. Anhelaba a toda costa escapar de aquel lugar, tomar mi pequeña embarcación, izar velas,
soltar amarras y surcar los mares en
busca de mundos en los que ser yo misma, fuera algo dulce y no amargo.
“Contener tanto coraje, tanto apetito salvaje de aventuras, no debió ser
fácil para aquellos mis profesores que medían sus normas y su poder, contra la
explosión desafiante de la vida, que a galope corría por mis venas”
Cual pájaro condenado a vivir dentro de una jaula me
encontraba yo, atrapada entre cuatro paredes.
Me dejaron sentada, a ser
posible inmóvil e impasible tras un pupitre infravalorado y sobre una silla,
que si los adultos hubieran creído en mí, la hubiera convertido el mismísimo Pegaso. Recuerdo en clase como, mientras pasaban tediosas las horas, cortaba trozos de papel, que junto con algunos lápices y materiales que estaban por mi mesa o la de mi compañero, me servían para crear estructuras a pequeña escala. Como era de esperar, la desaprobación del profesorado llegaba rauda, con tal rotundidad y bochornoso escarmiento público, que tuve, por el bien del ritmo de la clase y mi salud emocional, dejar de hacerlo.
Como no podía dar rienda suelta a la
tridimensionalidad que bailaba en mi mente y en mis manos, comencé a colorear
los libros y libretas, hacer dibujos de todo tipo y con ellos dar vida a
aquellas palabras, que encadenadas unas a las otras permanecían en un letargo
eterno.
Cuando encontraba escrita la palabra “Luna” pensaba: ✶ ✷ 🌠
🌠 “Que triste se sentirá la luna en el firmamento sin
sus hermanas las estrellas”. Y pintaba decenas de estrellas ⭐🌠 a su alrededor. Y aquella 🌙, pletórica en su felicidad por sentirse amada,
iluminaría por siempre la página ⭐ nº 57 del libro de lengua” 🌟 ⋆
★ ✷
Ni estructuras, ni colores, ni dibujos, ni tan
siquiera me permitían tararear, 🎵 la música 🎶 ♫
que vibraba por mi sangre y encontraba en mis cuerdas bocales, en mi boca y en
mis fosas nasales, los instrumentos perfectos para resonar. 🎶 ♫ 🎵
Con 11 años, la boca sellada, las alas cosidas a la
espalda, los pies apuntalados al suelo y mis manos pegadas a un único bolígrafo
azul, escribí la primera poesía que decidí guardar para siempre, se
titulaba: "La Muerte"
🍁
Miedo a ti y a tu
sentir
a la soledad y al no
vivir
porque solo eres
realidad
que reinas y reinaras
🍁Tú dolorosa y amarga
no quieras imponerme
tu fatal amistad
no quieras ser gallarda
cuando anuncies tu llegada mortal
🍁
cuando anuncies tu llegada mortal
Mira el amor y la
belleza
la ternura y su
inmensidad
y dime si es justo
🍁 que mueran en tu
ansiedad.
Aquellos versos lo contaban todo sobre mi agonía. Si
bien, mi poema a la muerte, fue el resultado de un alma infantil rota que moría
en vida, las letras, que desde mi cielo caían, llegaron como gotas de lluvia en
el desierto.
Mi mejor aliada
Torrente de agua nueva, de palabras vivas, a veces
tristes, desgarradoras, otras alegres, vibrantes, que refrescaron mis heridas
y me tendieron la mano. Una mano que me
elevaría por encima de la realidad y me concedería la libertad para siempre”
“Ya nada sería igual, como si se tratara de un milagro, mi gran
debilidad, la mayor de mis enemigas, la letra escrita, en silencio tornó,
en mi mejor aliada”
“Como florecilla que se aferra a la vida y encuentra
tierra fértil en una pequeña grieta del negro y árido asfalto, mi esencia, que
luchaba por no morir, se agarró impetuosa a aquel néctar, que le devolvía la
suerte de caminar sincera sobre sus propios pasos”
Iluminada, agradecida y despiertos de nuevo mis
sentidos, descubrí que si permanecía con
la cabeza dirigida a la pizarra y hacía
como tomar apuntes, los profesores, no
solo me dejaban en paz, sino que incluso me ganaba su simpatía. ¡Eureka! Encontré el
fluido perfecto, que me permitiría derramar mi alma de colores sobre un lienzo
en blanco y escapar, de alguna manera, de los barrotes de aquella jaula
infantil.
Y los siguientes años, estuve con los ojos fijos en
la pizarra, pero con la mirada perdida
entre las aventuras, que fascinantes brotaban en mi mente. Andanzas, que
interrumpían con fuerza el suave latir de mi corazón, provocaban sonrisas
furtivas en la comisura de mis labios y dilataban mis pupilas, que ahora llenas
de pasión brillaban como el Sol.
Cada día, en clase, con la benevolencia ignorante
del profesorado, me escapaba en mi nuevo amanecer y escribía sin parar tantas
cosas como afloraban en mi cabeza. Una palabra, luego otra y otra, que unidas y
en silencio levantaban ciudades perdidas, inundaban el aire con melodías y
fragancias de otros mundos y emulsionaba
la realidad de los demás, con mis realidades paralelas.
Tan joven, pequeña e infravalorada, pero con un
lápiz en la mano me convertía en un gigante ante el peligro. Yo, una princesa
guerrera, defensora de las causas perdidas y por mí encontradas, un dragón
alado, que traspasaba las fronteras del pensamiento humano, para adentrarse en
las infinitas posibilidades de la imaginación.
“Jajaja”
Y mis profesores creyendo que tanta represión y
castigos habían conseguido enderezarme, convirtiéndome, en una alumna abnegada que atendía y tomaba apuntes todo el tiempo.
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