domingo, 30 de diciembre de 2018

Serendipia. La Cura para la dislexia. Capítulo VI "Cerebros de Alto Rendimiento"


“La vida, en cualquiera de sus manifestaciones, se origina y permanece como el mayor y más fascinante de los retos”

!Qué afortunada! encontrarme aquí, junto a ti, en medio de tan colosal desafío, presenciando como la inteligencia con la que están concebidos nuestros cuerpos, nos proporciona, la noble y asombrosa cualidad de aprender durante cada segundo de nuestra existencia. Consciente e inconscientemente, nos instruimos  a través de la totalidad de la envoltura humana con un único fin,  afrontar la provocación que suscita la vida.


Con esta  grandeza, la que reside en la complejidad e inteligencia de la forma, cada uno, irá extendiendo su experiencia de vida y desliando las incógnitas  de su cuerpo y su mente.

Creemos que en este viaje, el de experimentar la vida, es mejor caminarlo  rodeado de circunstancias favorable.  Eso es lo que deseamos para nuestros hijos, nuestros seres amados y para nosotros mismos ¿Verdad? Pues la realidad, es justo lo opuesto. Lo que ha servido a la humanidad para avanzar, es la adversidad. 


Si bien, es magnífico que gracias a circunstancias amables, podamos asimilar nuevos conocimientos,  no hay que renegar ni temer a los contratiempos que nos llegan.  En ellos, la oportunidad de aprender y avanzar hacia un estado de consciencia mayor, se multiplica exponencialmente.  Ante la adversidad, se dispara nuestro intelecto,  se elevan las capacidades, agudizan los sentidos y se despierta la sabiduría innata que mora en nuestros enigmáticos cuerpos. 



Ahora lo veo con claridad, nunca fui una víctima dentro de un panorama contrario creado por adultos que no  comprendían de mi naturaleza, lo que realmente sucedió es que la adversidad, poco a poco me convirtió en una valiente protagonista.  Protagonista de una aventura de vida repleta de desafíos sí, pero aquellos retos, aquellos desafíos, empujaron a mi intelecto a expandirse en proporciones mayores. 


Los que me conocen dicen que soy una optimista empedernida, y aunque no les quito la razón, de lo que ahora estoy hablando no es una cuestión de optimismo, es un hecho demostrado científicamente y que se conoce como "Neuroplasticidad"

“Para intentar encajar en el paradigma que se me impuso,  aventuré a mi cerebro a un profundo y constante entrenamiento”



Aquel continuo adiestramiento, aumentó la disposición de mis células, que ávidas de nuevas posibilidades,  mejoraron y enriquecieron las redes neuronales que residían en el entramado de mi joven cerebro. Y mejor aún, el conjunto de actividades que tuve que desempeñar, despertaron he hicieron prosperar, los potenciales que no heredé pero que se me exigía desarrollar, para encajar con las destrezas de lo que se imponía como normal.


  “En la brecha que se manifiesta, entre lo que realmente somos y lo que unos a otros nos permitimos ser, surge una luz inagotable, una posibilidad virtuosa, benevolente, que desafía a la  naturaleza para que avancemos más allá de nuestras creencia, nuestros límites”

Me siento muy agradecida, pues mi travesía hacia un estado mayor de desarrollo, no concluyó en el crecimiento ante la adversidad y el entrenamiento extra que ello suscitó.  Ahora continúo mejorando, exactamente igual que lo haces tú,  tú que  también viste tu infancia teñida con los colores y las sombras de otros.  


Hasta hace poco, no fui consciente que desde que nacimos, hemos vivido sumergidos en una realidad ordenada a través de mentes que se desarrollan siguiendo patrones y estructuras constantes y lógicas. Justo lo opuesto a nuestra evidente realidad divergente, una realidad libre y abstracta.



¿No te das cuenta?  Siempre albergaste un intelecto sobresaliente, predispuesto a la superación. Cada día, desestructurabas tus propias creencias para intentar crecer a través de los patrones de los demás y aun así, siempre perduró tu esencia dentro de ti, irrefutable, fuerte, inmortal, sensible, amorosa.  Exactamente igual que lo hacen nuestros hijos, los hijos del talento.

Ven, quiero que contemples conmigo y te maravilles de otro acontecimiento extraordinario que yo ahora puedo ver.  


No estamos solos, observa con agradecimiento, como la ciencia, en su infinita osadía por desvelar los misterios que nos rodean,  está desplegando todo su amor, su potencial en nosotros.



Personas salpicadas alrededor del planeta, desde hace décadas, dedican su trayectoria profesional y en muchos casos personal, en dilucidar a cerca del entramado que reside en nuestras diferencias intelectuales.  Es tal su determinación por contribuir al desarrollo de nuestras capacidades lingüísticas, que incluso  crean terapias,  juegos, aplicaciones, programas informáticos e increíbles fórmulas que sirven  para que podamos ampliar nuestros horizontes.


“Nunca, jamás, volverás a sentirte pequeña o pequeño ante la misteriosa y fascinante travesía de la vida.  Ahora, sabes que desde que naciste, además de fluir en esta aventura con las atribuciones que te concedió la naturaleza, estás  sumergida, sumergido en  un entrenamiento extraordinario que promueve la mejora  de tus posibilidades y te convierte en un ser portador de un Cerebro Excepcional, un Cerebro de Alto Rendimiento” 🌼🌼🌼🌼....




domingo, 23 de diciembre de 2018

Serendipia. La Cura para la dislexia. Capítulo V "La Liberación del Perdón"


   

“El perdón es un acto unilateral, interno, propio, en el que nadie puede participar solo tú, es puro amor hacia ti mismo, hacia ti misma.  Con él te desnudas del pasado, del drama personal de ser una víctima y permites, que tu verdadero yo por fin   florezca”
Antes de reencontrarme con migo misma  necesité disolver las creencias internas que continuaban haciéndome sentir  que estaba rota y que era imperfecta. Sin embargo, primero debía de hacer algo profundamente valioso  "Perdonar".   Aunque para serte sincera, los ecos del ayer y sus dolorosas experiencias, continuaban inundando mi cabeza de historias pasadas y mi corazón de sentimientos amargos.



Y aun así, la inteligencia suprema e irrefutable que todos albergamos en el interior, me susurraba una y otra vez  que para avanzar debía de hacerlo, debía perdonar.   

¿Pero cómo conseguir olvidar y perdonar?

La consciencia, que surgió en los seres humanos y las capacidades intelectuales que nos diferencian de otros seres, no me iban a permitir disipar, de un soplo,  la nube negra que oscureció  mi niñez y dirigió el rumbo de mi vida.   Sin embargo, lo que sí que pude hacer es construir, a través del perdón, un nuevo escenario en esos recuerdos.

💚

💙  “Y con la semilla del amor  colmé de  comprensión aquellos momentos  en los que fui  incomprendida"  💜   
 ♥️                                    💙                       💗

El camino del perdón es complejo y curioso pues, aunque sabes, que perdonar es hermoso y necesario, te sobrevienen sentimientos contrarios que te hacen dudar.    Yo también dudé y en algún momento creí que al perdonar, estaba justificando los comportamientos incorrectos e inapropiados que otros tuvieron hacia mí. 


Pero no, ahora sé que perdonar no es justificar,  de lo que se trata es de dejar a un lado los miedos, los rencores y entender, que los adultos que construyeron mi pasado, lo hicieron de la única manera que sabían hacerlo.  Comprender que mi familia, educadores, entorno social e incluso aquel maestro de lengua y literatura, que nunca consiguió  creer en mí,  estaban condicionados por la cultura, las circunstancias,  las doctrinas del momento y sus propios demonios internos.  


De la mano del perdón, pude ver que ellos, con los conocimientos y experiencias que previamente habían tenido, me amaron,   atendieron y orientaron lo mejor  que pudieron.  Justo lo que intento hacer  yo cada día  con mi hija, mi  pareja, mi familia y  todos los seres que me rodean y me acompañan en la aventura de la vida, aunque a veces, también me equivoque y sin desearlo, les haga sufrir.   

"Si bien,  perdonarles a ellos fue un acto de amor y liberación,   ocurrió algo mucho más elevado y trascendental,  tuve una noble revelación;    descubrí que también,  podía perdonarme  a mí"


Cual dulce sensación recorrió todo mi cuerpo físico y abstracto cuando, al perdonarme,  todos aquellos muros que desde mi niñez se elevaban cada vez más altos e impenetrables, se derrumbaron y pude verme por primera vez a mí, como la  mar tras una terrible tormenta,  sutil, serena, amable y bella. En aquél mágico instante, la brisa,  que llegaba fresca y con aromas de libertad desde el horizonte del perdón,  me devolvió la alegría de vivir sin miedo, confiando en mí, en mi propia valía y también, en la valía de los demás.


Ahora, tras mi despertar,  camino orgullosa de mi propia naturaleza, creyendo en ella, sabiendo que nada ni nadie puede marchitar mis talentos, mis posibilidades. Soy libre y he surgido en este plano de la existencia para disfrutar de la vida a través de mi cuerpo y mi inteligencia. 


Ahora camino ilusionada, conociendo de la naturaleza de los demás, creyendo en ellos, sabiendo que nada ni nadie puede marchitar sus talentos, sus posibilidades, porque son libres y han surgido en este plano de la existencia para disfrutar de la vida a través de la inteligencia que albergan en sus cuerpos.


“Recuerda que el perdón es un acto unilateral, interno, propio, en el que nadie puede participar solo tú, es puro amor hacia ti mismo, hacia ti misma y también hacia los demás.  Con él te desnudas del pasado, te alejas con paso firme del drama personal de ser una víctima y permites, que tu verdadero yo por fin florezca”
  

miércoles, 12 de diciembre de 2018

Serendipia. La Cura para la dislexia. Capítulo IV El Peso del Pasado.



   Aquel mi profesor de lengua, no fue el único que no supo comprender y atender una mente creativa como la mía. En la escuela, cada cual a su manera, percibió una realidad distorsionada de mí.  Yo me sentía capaz, inteligente y nunca entendí el porqué de aquel hastío hacia mi persona, porqué nadie conseguía apreciar mis talentos, mis posibilidades, porqué nadie veía lo especial que yo era y todas aquellas cosas hermosas que poseía y deseaba compartir.  


Lo que sí que, intuitivamente comprendí, es que debía ocultarme.  Y escondida, tras las sombras de los demás, desaparecí en un profundo silencio.

Apartada del resto crecí, con miedo, sintiéndome culpable, no valida, sufriendo porque los demás  parecían ser mucho mejores que yo.  Vivía, con la sensación perturbadora, de que todos a mi alrededor estaban enfadados conmigo, pues  lo que yo hacía o decía, por mucho que me esforzara, estaba mal  o nunca era lo suficiente.


Ahora comprendo, aquella congoja y dolor tan intenso que sentía en mi estomago y en mi pecho cada mañana, cuando mis padres, llenos de amor dejaban a su tesoro, en el mejor lugar en el que ellos creían que me podían dejar “La escuela”.  Cada día, la misma historia se repetía una y otra vez pues allí,  mis virtudes, se convirtieron en el antónimo de las fortalezas de los demás y mis dones, en motivo de desaprobación.


"No eres digna de ser amada, eres una niña mala, merecedora de suspensos, escarmientos públicos y continuas críticas. Ese fue el mensaje que recibí, tanto por parte del sistema educativo como por la sociedad que lo sustentaba"


“Me situaba frente al espejo, me miraba a los ojos, acariciaba el reflejo de mi rostro lleno de lágrimas y repetía una y otra vez. – Sé que estás ahí, aunque los demás no te pueden ver, yo sé que estás ahí. -"

Tras aquellas dolorosas y perturbadoras experiencias, mi esencia quedó confundida y mi autoestima herida de gravedad.  Con ello, mermó la calidad de mi desarrollo personal, académico y profesional, así como minadas mis emociones y viciadas mis futuras interrelaciones con los demás.


Hace pocas semanas, mantuve una conversación sobre mi infancia con  mi hermana, ella es 10 años mayor que yo. Le reconocía lo rebelde, respondona, caprichosa y trasto que yo fui.  Ella, mi hermana, al escuchar esto que le decía me contrarió y me dijo, con la dulzura y paz que hay siempre en sus palabras – Eso que dices sobre ti no es verdad, estás totalmente equivocada, tú siempre fuiste una niña muy buena- 



Tanto me repitieron que era mala y que estaba rota  que me lo creí.  Mi consciente lo escuchó una y otra vez, mi subconsciente lo interiorizó como verdadero  y en el inconsciente quedó grabado para siempre. Ahora tengo 45 años,  cada día trabajo internamente para sentirme digna de amor y aprobación, pero sobre todo, para encontrar de nuevo a aquella chiquilla, abrazarla y contarle que sin duda, era maravillosa y perfecta. 

“Nadie está enfadado conmigo, los que me rodean me aprecian y respetan tal y como soy. No tengo que trabajar más, no debo de esforzarme más que los demás para ser admirada y amada”


  
  


domingo, 9 de diciembre de 2018

Serendipia. La Cura para la dislexia. Capítulo III De sobra mostré que podía volar...


Y sin embargo, me cosieron las alas.

Ahí fuera, las sociedades humanas turbadas por su  locura, continuaba avanzando en busca de la quimera de la perfección e intentaban, intoxicadas por su propia paranoia, convertir a su prole en clones.  Mientras, el manantial de ideas que brotaba en mi imaginación, era tan caudaloso, que incluso cuando estaba escribiendo, añoraba escribir por esos momentos en los que no podría hacerlo. 


Y un día, dulcemente perdida en mi propia locura y a la vez deleitándome de aquél tan bello calor que ahora ardía en mi pecho, creí hermoso salir de mi escondrijo y  compartir mi alma, mi corazón. 

Con trece años,  la cabeza agachada, la mirada perdida en el suelo y aun creyendo que no tenía derecho a mostrar mis palabras  siempre   enredadas e imperfectas,  me presenté a un concurso de poesía en la escuela, tenía que hablar de la primavera.

El jurado estaba conformado por un grupo de profesores incluido, el de lengua.  Mi poesía, simétricamente perfecta, deliciosa en su contenido y en su rima, fue elegida como ganadora junto a la de mi mejor amiga.


No he logrado rescatar de mis recuerdos aquel hermoso cuarteto, pero lo que nunca olvidé fue, que aunque mis versos resultaron ser bellos para salir en la portada del periódico del colegio, el  profesor de lengua y literatura, nunca vislumbró aquella belleza en mí. 

Públicamente, vociferó que la había copiado de algún libro, que era imposible que de una alumna como yo hubiera salido algo así, que como me atrevía a asegurar que aquella bonita poesía era mía, pues incluso la había trascrito con faltas de ortografía.


Durante la infancia, nada es inocuo y aquella calumnia, que el profesor de lengua vertió hacia mi autenticidad e integridad, tampoco lo fue. De sobra mostré que podía volar y sin embargo aquel maestro, cegado por sus propias creencias y normas, lejos de alimentar mis posibilidades, me despojó públicamente, de la alegría de mostrar mi alma y me arrojó de nuevo al silencio.

En los siguientes 25 años, no fui capaz de compartir con nadie mi mayor pasión, aunque, por aquellos entonces, mi amor por la escritura era tan sincero y profundo, que las desafortunadas palabras del profesor, lejos de desalentar mi afán por escribir,  elevaron mi autoestima.


Que el profe de lengua dijera que la había copiado, significaba que aquella humilde poesía, sin duda, era extraordinaria.  Además, ahora, con cada palabra escrita ronroneaba en mí interior una nueva sensación, una paz que me concedió un atisbo de compasión por aquel maestro.


   - Pobre de él- Pensé.  Se olvidó sentir y dejarse acariciar, por las verdaderas historias que surgían de entre aquellas  palabras, que a borbotones, llegaban desde mi corazón a mi mano, eso sí quizá, un poco desordenadas e  imperfectas.


domingo, 2 de diciembre de 2018

Serendipia. La Cura para la dislexia. Capítulo II


 “La letra escrita.  Mi  peor  enemiga, mi mejor aliada”


  Desde la concepción, pasando por la infancia y durante la niñez, nuestras células se multiplican desenfrenadas, como si tuvieran prisa para dar forma y sentido a este cuerpo extraordinario.  En nuestros cerebros,  las neuronas abren nuevos caminos y se propagan en busca de la conciencia y con ella, encontrar  la razón  humana.  Unos cuerpecitos maravillosos, que crecen enredados entre mundos infantiles de fantasía y  realidad.   



Un día, yo también desperté con ese bello propósito, el de crecer. Niña alegre, curiosa, que bailaba sin música y cantaba sin conocer canción alguna. Apasionada, sensible, con sentimientos profundos y amables hacia el resto de seres que,  junto a ella, habitaban la tierra  y  le acompañaban en la aventura de la vida.  Era solo un cachorrito humano, la expresión máxima del amor y de la vida,  exactamente igual que eras tú y que todos los niños.

Mi peor enemiga
Ahora lo sé,  la inteligencia que albergaba mi cuerpo necesitaba abrir sus alas y desarrollarse a través de los colores, la música, el arte, la creatividad y de aquellas estructuras complejas que se alzaban en movimiento dentro de mi mente y mi corazón.  Sin embargo, a los cinco años, un día,  me dejaron amarrada en el embarcadero de la institución escolar. Un embarcadero rancio, pretérito,  en el que iba a permanecer anclada  durante toda mi infancia y adolescencia.


Allí, los demás parecían sentirse seguros, aprendiendo lecciones importantes para sus  vidas, por ejemplo, leer y escribir. Aquella tarea endiablada, que aunque resultaba compleja,  parecía apropiada para las mentes de mis compañeros, se transfiguró en mi peor enemiga, mi némesis. Quien por no obedecer y respetar sus normas,  se ocuparía de juzgarme y aplicarme un implacable castigo, cada día de mi vida. 

En mis recuerdos, resuena una y otra vez un solo deseo,   escapar. Anhelaba a toda costa escapar de aquel lugar,  tomar mi pequeña embarcación, izar velas, soltar  amarras y surcar los mares en busca de mundos en los que ser yo misma, fuera algo dulce y no amargo.



 “Contener tanto coraje, tanto  apetito salvaje de aventuras, no debió ser fácil para aquellos mis profesores que medían sus normas y su poder, contra la explosión desafiante de la vida, que a galope corría por mis venas”

Cual pájaro condenado a vivir dentro de una jaula me encontraba yo, atrapada entre cuatro paredes.  Me dejaron sentada, a ser posible inmóvil e impasible tras un pupitre infravalorado y sobre una silla, que si los adultos hubieran creído en mí, la hubiera convertido  el mismísimo Pegaso.



Recuerdo en clase como, mientras pasaban tediosas las horas,  cortaba trozos de papel, que junto con algunos lápices y materiales que estaban por mi mesa o la de mi compañero, me servían para crear estructuras a pequeña escala.   Como era de esperar, la desaprobación del profesorado llegaba rauda, con tal rotundidad y bochornoso escarmiento  público, que tuve, por el bien del ritmo de la clase y mi salud emocional, dejar de hacerlo. 

Como no podía dar rienda suelta a la tridimensionalidad que bailaba en mi mente y en mis manos, comencé a colorear los libros y libretas, hacer dibujos de todo tipo y con ellos dar vida a aquellas palabras, que encadenadas unas a las otras permanecían en un letargo eterno. 
     
       Cuando encontraba escrita la palabra “Luna” pensaba:                                                                        ✶                                                     🌠 
  🌠 “Que triste se sentirá la luna en el firmamento sin sus hermanas las estrellas”.  Y  pintaba decenas de estrellas 🌠 a su alrededor. Y aquella 🌙, pletórica en su felicidad por  sentirse amada, iluminaría por siempre la página    nº 57 del  libro de lengua”      🌟             
             ★                  
Ni estructuras, ni colores, ni dibujos, ni tan siquiera me permitían tararear, 🎵 la música 🎶  que vibraba por mi sangre y encontraba en mis cuerdas bocales, en mi boca y en mis fosas nasales, los instrumentos perfectos para resonar.   🎶       🎵
Con 11 años, la boca sellada, las alas cosidas a la espalda, los pies apuntalados al suelo y mis manos pegadas a un único bolígrafo azul, escribí la primera poesía que decidí guardar para siempre, se titulaba: "La Muerte"
                                          🍁 
Miedo a ti y a tu sentir
a la soledad y al no vivir
porque solo eres realidad
que reinas y reinaras

🍁Tú dolorosa y amarga
no quieras imponerme
tu fatal amistad
no quieras ser gallarda
cuando anuncies tu llegada mortal  

🍁
Mira el amor y la belleza
la ternura y su inmensidad
y dime si es justo
🍁 que mueran en tu ansiedad.

Aquellos versos lo contaban todo sobre mi agonía. Si bien, mi poema a la muerte, fue el resultado de un alma infantil rota que moría en vida, las letras, que desde mi cielo caían, llegaron como gotas de lluvia en el desierto.

Mi mejor aliada


Torrente de agua nueva, de palabras vivas, a veces tristes, desgarradoras, otras alegres, vibrantes, que refrescaron mis heridas y  me tendieron la mano. Una mano que me elevaría por encima de la realidad y me concedería la libertad para siempre” 


“Ya nada sería igual,  como si se tratara de un milagro, mi gran debilidad, la mayor de mis enemigas, la letra escrita, en silencio  tornó,  en mi mejor aliada”

Ella me abrazó, transfigurando aquella realidad contraria y convirtiéndose en la pasión de mi vida.  Ella,  quien desató el amarre de mi barco y quien descosió mis  alas, que permanecían zurcidas a la espalda.  De su mano, pude surcar los cielos, los océanos y ya por siempre me acompañaría en cada una de mis enajenaciones mentales.  Podía sentir su calor en mi pecho, porque ella, me amaba tal y como yo era.


“Como florecilla que se aferra a la vida y encuentra tierra fértil en una pequeña grieta del negro y árido asfalto, mi esencia, que luchaba por no morir, se agarró impetuosa a aquel néctar, que le devolvía la suerte de caminar sincera sobre sus propios pasos” 

Iluminada, agradecida y despiertos de nuevo mis sentidos,  descubrí que si permanecía con la cabeza dirigida a la pizarra y  hacía como tomar apuntes,  los profesores, no solo me dejaban en paz, sino que incluso me ganaba su simpatía. ¡Eureka! Encontré el fluido perfecto, que me permitiría derramar mi alma de colores sobre un lienzo en blanco y escapar, de alguna manera, de los barrotes de aquella jaula infantil.



Y los siguientes años, estuve con los ojos fijos en la pizarra,  pero con la mirada perdida entre las aventuras, que fascinantes brotaban en mi mente. Andanzas, que interrumpían con fuerza el suave latir de mi corazón, provocaban sonrisas furtivas en la comisura de mis labios y dilataban mis pupilas, que ahora llenas de pasión brillaban como el Sol.



Cada día, en clase, con la benevolencia ignorante del profesorado, me escapaba en mi nuevo amanecer y escribía sin parar tantas cosas como afloraban en mi cabeza. Una palabra, luego otra y otra, que unidas y en silencio levantaban ciudades perdidas, inundaban el aire con melodías y fragancias  de otros mundos y emulsionaba la realidad de los demás, con mis realidades paralelas. 

Tan joven, pequeña e infravalorada, pero con un lápiz en la mano me convertía en un gigante ante el peligro. Yo, una princesa guerrera, defensora de las causas perdidas y por mí encontradas, un dragón alado, que traspasaba las fronteras del pensamiento humano, para adentrarse en las infinitas posibilidades de la imaginación.


“Jajaja” 

Y mis profesores creyendo que tanta represión y castigos habían conseguido enderezarme, convirtiéndome, en una alumna abnegada que atendía y tomaba apuntes todo el tiempo.