domingo, 29 de noviembre de 2015

Ecos del Pasado. "De sobra mostré que podía volar..."





  Durante la edad infantil, mientras estuve bajo la protección de mi familia pude ser yo misma. La fantasía que crecía en mi interior se elevaba a la máxima potencia creando a mi alrededor mundos exuberantes, apasionados y a la vez apacibles en los que poder vivir y soñar. Allí también habitaban mis hermanos, ellos fueron mi mayor fuente de inspiración, los capitanes  de mi barco pirata, mi refugio.

 Pero aquella maravillosa época duró poco pues a los cinco años fui llamada a filas por la sociedad y reclutada a través del sistema educativo. Durante los once siguientes años que duró mi escolarización ese sistema, aprovechando la vulnerabilidad de la infancia intentó doblegar mi voluntad anulando cada uno de mis intentos, puso especial ahínco en disipar mi esencia ninguneando mis logros, y se mofó públicamente de mis desatinos arrebatándome la dignidad de ser yo misma.




   Fueron los peores años de mi vida, cada día una tortura.  Pájaro feo indigno de pertenecer a su especie, enjaulado y castigado por no parecerse a los demás. De sobra mostré que podía volar pero en pro de la homogeneidad me cosieron las alas y me obligaron a caminar al ritmo del rebaño.




  Niña alegre y extrovertida que tornó melancólica. Con mirada perdida tras la ventana imaginaba mundos increíblemente bellos en los que vivir  apartada del resto. "Aquí no hay nada para mí" pensé. No hay espejos que atrapen mi reflejo. Algún día los míos vendrán a recogerme y me llevarán al lugar donde pertenezco.  


viernes, 27 de noviembre de 2015

Somos pocos y diferentes pero no estamos rotos.





  Los avances en  neurociencia y neurobiología  apuntan que este planeta está poblado por una mayoría de seres humanos con  pensamiento analítico, lógico y lingüístico. Habilidades que se desarrollan en el hemisferio izquierdo del cerebro. Por consiguiente la otra minoría de la población comparte un pensamiento visual, abstracto, espacial y creativo. Habilidades que se desarrollan en el hemisferio derecho del cerebro.  

  Las estadísticas cuantifican los casos de dislexia entre un 10% y un 15% de la población.   Por deducción y coincidiendo con la neurociencia y neurobiología, estas mismas estadísticas arrojan el dato de que alrededor de un 85 o 90% de los seres humanos tienen más desarrollado su hemisferio Izquierdo y por  tanto son más notables las habilidades y destrezas que le son inherentes, entre ellas las destrezas lingüísticas.



 La habilidad de la lectoescritura es una de las destrezas más reconocidas y alabadas por el sistema educativo y por la sociedad en general, pero en el caso de personas con predominio del hemisferio derecho no es necesaria como vía esencial de comunicación o como soporte primordial del aprendizaje. Los pensadores visuales tienen más agudizados sus sentidos y desarrolladas otras destrezas a través de las cuales se desarrollan intelectual y emocionalmente con la misma plenitud que el resto. 




  Sin duda  esto es muy difícil de entender para una abrumadora mayoría que ha creado y adaptado, a lo largo de los tiempos, todo su entorno a su imagen y semejanza es decir, a través de sus propias habilidades.


 Como conclusión podemos decir que en el actual entorno escolar y social se tiende a favorecer a aquellas personas que tienen predominio del pensamiento lingüístico, imponiendo así, una seria desventaja a aquellas otras personas que no lo tienen.  En las escuelas niños y niñas con capacidades increíbles y destrezas excepcionales son forzados a aprender a través de sus "no habilidades" y lo peor aún, son convencidos por ese mismo entorno de que sus mejores dones no lo son.






domingo, 15 de noviembre de 2015

Lectoescritura un rompecabezas


¿Por qué la lectoescritura que parece un ejercicio tan sencillo para los demás es un rompecabezas para nosotros?




  Cuando hacemos referencia a que cada individuo/a tiene más desarrollado uno u otro hemisferio no hay que entender que una de las mitades de nuestro cerebro es más grande que la otra. Todo depende de las conexiones que se han activado dentro de cada uno de los hemisferios. Por lo que en el caso de personas con el hemisferio derecho más desarrollado, existirán más conexiones activadas dentro de él que en su hemisferio izquierdo y viceversa.    
      


                                                       
   Las áreas del cerebro que se encargan de la lectoescritura  están  localizadas en el hemisferio izquierdo de nuestro cerebro.  El área de Broca (ubicado en el lóbulo frontal), el área de Wernicke (lóbulo temporal) y el Angular Gyrus (Región parietal).   A través de estas tres áreas se aprende a leer y a escribir. En ellas se almacena lo aprendido y se perfecciona el lenguaje.



    En el cerebro de las personas que tienen menos desarrollado el hemisferio izquierdo,  las áreas de Gyrus y Wernicke no se han activado. Quizá se puede detectar movimiento en el área de Broca pero, esta área por sí sola, no es capaz de trabajar con tanta precisión y exactitud como las tres de forma individual o conjunta. 

  Esto no significa que exista una malformación, enfermedad, problema o cualquier otro  adjetivo o nombre que con bastante desatino se suele adjudicar a este hecho. Estamos hablando de una característica neurobiológica que compartimos un grupo reducido de personas.  En nuestro caso no tenemos activadas áreas específica para aprender a leer o escribir por lo que la tarea de la lectoescritura se nos presenta de forma diferente, mucho más compleja y menos exacta.  


   
  Cuando leemos un texto por primera vez, solemos entender el significado de las palabras como conceptos individuales  pero nuestro cerebro no consigue unirlas como frase.  Quizá la segunda vez que leemos el mismo texto es cuando comenzamos a sumar palabras y a comprender el mensaje. En otras ocasiones, según la complejidad del texto, la extensión y el vocabulario utilizado, necesitaremos leer tres o más veces antes de asimilar el contenido por completo.




 De igual forma sucede cuando estamos cogiendo apuntes. Entendemos lo que se nos está dictando pero nuestro cerebro no tiene activadas las vías necesarias para procesar esa información de forma instantánea y hacer que nuestra mano escriba automáticamente al mismo tiempo que nuestro oído escucha.

   Esto significa que no tenemos automatizada la lectoescritura por lo que el proceso de entender lo que leemos al igual que escribir lo que pensamos o escuchamos se convierte en una actividad algo más lenta y menos precisa.





domingo, 8 de noviembre de 2015

El precio de ser diferente


  


  Nuestras vidas, son el resultado de la suma de las circunstancias que nos rodean. Queda muy poco margen para tomar decisiones que no hayan sido previamente condicionadas, por las características del lugar o  época en la que hayamos nacido y  salpicadas, por el torrente de las vidas de los que, de un modo ocasional o quizás más duradero, caminan a nuestro lado.

  Pero además de aquello que irremediablemente nos envuelve y nos lleva,  el ser humano, apartándose de su vínculo con la naturaleza, ha inventado un nuevo ecosistema llamado sociedad. Las sociedades se alimentan de normas que encauzan los comportamientos de los hombres, consiguiendo así, una convivencia racional y coherente entre ellos.

 Desde que nacemos todo lo que nos rodea nos avoca a adecuarnos a esos códigos sociales, unos códigos creados por los humanos para controlar los actos de los humanos, pero ¿qué pasa con aquellos individuos que aun siendo irremediablemente arrastrados por la masa son, esencialmente diferentes al resto? ¿Qué pasa cuando alguien se sale de la norma? Todos conocemos esa respuesta, cuando alguien no se adecua a los requisitos establecidos por la mayoría, es catalogado,  apartado y castigado. Esto puede estar muy bien, para castigar e intentar corregir, las conductas de los que dañan a otros.   Pero no para aquellas personas, que solo han cometido el delito de entender y sentir el mundo de un modo diferente.