Aunque
al principio, encontré en la palabra dislexia un espejo en el que por fin pude
reconocerme, pronto aparecieron reflejos que restaron luz a mi rostro y otra
vez, me despojaron de la alegría de ser yo.
Una
parte de mí halló paz cuando el sinsentido de mi agridulce relación con la
letra escrita por fin, encontró algún sentido. Todo parecía encajar y con ello la lejanía siempre borrosa, ahora albergaba un nuevo resplandor. Resplandor que
me abrazaría y me regalaría la alegría de encontrarme y lo más importante
aún, la dicha de poder mostrar a los demás realmente, quien yo era.
El
regocijo de mi hallazgo no duró demasiado al concebir, que la ciencia y la
sociedad le habían otorgado a la palabra dislexia el poder de manifestarse a
través de un cuerpo cargado de dolor. Un cuerpo levantado con palabras amargas que disfrazaban mi
particular manera de abrazar el lenguaje escrito, con vestiduras oscuras, teñidas de
enfermedad e incapacidad.
Pero
es que yo nunca me sentí así. Realmente, todas las personas que conozco y que
no han encontrado en el lenguaje escrito su mejor aliado, nunca se sintieron
así. Ellos, ellas, saben que de sobra brillan con luz propia y que no padecen
enfermedad o incapacidad alguna y mucho menos sus maravillosos hijos e hijas.
Tal
fue mi desazón al comprender cuan lejos estaba de mí el argumento que mantenía
la palabra dislexia, que por algún tiempo estuve enfadada. Enfadada porque de
nuevo, aquellos que de niña me tacharon de incapaz y doblegaron mis
potenciales, repetían la ecuación y otra vez, ninguneaban a los hijos del talento en las escuelas y peor
aún, lo hacían apoyándose en un
argumento aparentemente irrefutable.
Pasado
algún tiempo, aquel enojo sin embargo, propició una serie de cambios en mi
aptitud que renovaron mis ganas. Mi
marido, tituló aquella metamorfosis como “El Despertar de la Fuerza”. Yo nunca
hubiera encontrado epígrafe mejor que ilustrara aquella fuerza interior. Mi inteligencia básica me recordó, que la niña que hablaba con la
luna, que miraba con amor a las estrellas y tras la ventana soñaba mundos
bellos en los que vivir, seguía conmigo, en mí. Siempre estuvo ahí y continuaba
siendo hermosa, valiente y dijera lo que dijera la razón humana ella era única,
perfecta, valiosa, como lo son cada uno de los hijos del talento.
Y
entonces, mi particular Despertar de la Fuerza prendió fuerte mi mano y me ayudó a cruzar el puente. Y durante cinco años, anduve por caminos increíblemente bellos en los que conocí personas extraordinarias,
que me regalaron su verdad. Y traspasé fronteras y allí, en lugares lejanos encontré información valiosa que desde todas las
partes del mundo llegaba hasta mí como una bella ofrenda, cargada de
conocimientos excitantemente interesantes.
Aquellos presentes, la verdad y el conocimiento, me guiaron hasta un lugar sin retorno. Una hermosa estancia que me abrazó, que sacudió el polvo que contaminaba mis alas y bajo sus besos de gotas de lluvia supe, que ya nada ni nadie podría hacerme daño. Comprendí que dislexia, no existe.
Aquellos presentes, la verdad y el conocimiento, me guiaron hasta un lugar sin retorno. Una hermosa estancia que me abrazó, que sacudió el polvo que contaminaba mis alas y bajo sus besos de gotas de lluvia supe, que ya nada ni nadie podría hacerme daño. Comprendí que dislexia, no existe.
“Dislexia no existe en nuestras
cabezas, dislexia es solo un espejismo que ha tomado forma en las vuestras”
Creéis
que quien no puede utilizar el lenguaje escrito como lo hacéis vosotros, sin
duda, es porque alberga algún tipo de mutación cerebral incurable. Y no es de
extrañar que penséis así, pues el lenguaje escrito es el resultado de la
sobresaliente configuración intelectual de la que sois portadores.
Encontráis orden y sentido en las estructuras lineales, en los
patrones y normas con los que se unen las palabras, las frases y con
ellas, eleváis vuestro pensamiento a lo físico. Vuestras capacidades abrazan la
escritura como un medio para encontrar la perfección. ¡Qué maravilla! Es como si pudierais realizar un entrenamiento constante; cuanto mayor es la precisión de la escritura y la riqueza de la lectura, mayor
es la simbiosis en la que resuenan vuestros armónicos cerebrales.
No
deseo ser de otra manera a como soy, si fuera así no sería yo, aunque he de
reconocer que alguna vez, me encantaría poder bailar la danza perfecta, que las
palabras bailan en vuestras mentes.
Aunque
si para ello, tuviera que despojarme de una sola brizna de mí, jamás lo haría.
Los hijos del talento albergamos el razonamiento tridimensional, el mismo que
dio sentido a mentes tan extraordinarias como la de Albert Einstein, que pudo
recrear el universo en sus pensamientos. O la de Stefan Hawkins, que no
necesitó ni si quiera de su cuerpo físico,
para adentrarse con su imaginación
en los agujeros negros.
Hijos
con mentes inquietas, osadas, como la de
Leonardo da Vinci que logró entender la existencia desde todas sus perspectivas, crear un sinfín de
creaciones perfectas y regalarnos su legado. O la de Julio Verne que vislumbró los intrépidos futuros por venir y para deleite de la
humanidad, lo ilustró en sus aventuras.
Hijos musicales de un universo que vibra en sus acordes eternos, igual que lo fueron Mozart y Beethoven, que compusieron las sinfonías que
desde la tierra enviamos al espacio, para que si hay vida inteligente más allá
de las estrellas, conozcan de la grandeza del ser humano.
¿Cómo voy a creer que en mi cabeza hay algo roto, que
no funciona? ¿Cómo voy a intentar ser diferente a
como soy?
Aunque
sé que mi intelecto no vibrará en la genialidad que vibraron ellos, si sé que
mi naturaleza ha surgido con los mismos sueños abstractos, atemporales y con la misma intención, mirar a la nada, sentir y crear. Aunque sé que ellos
viajaron en otro espacio, en otro tiempo y no pude, ni podré compartir ni un
segundo de mi vida con su realidad, si sé que parte de su verdad la conozco
bien pues compartimos una implacable adversaria, la letra escrita.
¡Qué
maravilla! Si pudierais navegar en vuestros pensamientos por un solo instante, en el barco de nuestras mentes. Ojalá tuvierais la oportunidad de
despojaros de esas lógicas y esas normas que rigen vuestra razón y que a veces, os encadenan. Es tan
hermoso saber de la existencia sin rutas marcadas y dejarse abrazar por todas
las posibilidades que nos brinda la vida, que si pudierais sentir como nosotros sentimos lo entenderíais todo, en un instante.
"El lenguaje escrito para
vosotros perfecto, para nosotros es casi como si dijéramos una lengua muerta. Es una realidad incompleta, carente de profundidad, de colores y notas
musicales que se asemejen a nuestras inquietudes básicas, naturales, a nuestra melodía interna"
Quizá
pusimos demasiado énfasis en hallar las respuestas en las no posibilidades de la mente humana, herrando el camino. Quizá, para encontrar la verdad sumando y no restando, solo
sea cuestión de cambiar la perspectiva y voltear la ecuación. Quizá, en lugar de creer que es el ser humano el incapaz, podamos hacer la
pregunta adecuada, en busca de la incapacidad del invento de la escritura. ¿Por
qué el lenguaje escrito, no es capaz de hacer vibrar las mentes
profundamente tridimensionales y abstractas?
Sé
que la sociedad y la comunidad científica se demoraran algún tiempo en creer y
participar de este nuevo argumento que yo ya veo con total claridad. Aunque no
tengo dudas que ocurrirá pronto, pues la verdad tiene solo un camino. Dislexia no existe, la grandeza
del intelecto human permanecerá por encima de cualquier invento y su razón
colectiva, por muy sublime que este sea. También por encima del lenguaje escrito.
“Dislexia no existe, solo es un temor
que ha surgido en vuestras mentes, no en las nuestras”