domingo, 23 de diciembre de 2018

Serendipia. La Cura para la dislexia. Capítulo V "La Liberación del Perdón"


   

“El perdón es un acto unilateral, interno, propio, en el que nadie puede participar solo tú, es puro amor hacia ti mismo, hacia ti misma.  Con él te desnudas del pasado, del drama personal de ser una víctima y permites, que tu verdadero yo por fin   florezca”
Antes de reencontrarme con migo misma  necesité disolver las creencias internas que continuaban haciéndome sentir  que estaba rota y que era imperfecta. Sin embargo, primero debía de hacer algo profundamente valioso  "Perdonar".   Aunque para serte sincera, los ecos del ayer y sus dolorosas experiencias, continuaban inundando mi cabeza de historias pasadas y mi corazón de sentimientos amargos.



Y aun así, la inteligencia suprema e irrefutable que todos albergamos en el interior, me susurraba una y otra vez  que para avanzar debía de hacerlo, debía perdonar.   

¿Pero cómo conseguir olvidar y perdonar?

La consciencia, que surgió en los seres humanos y las capacidades intelectuales que nos diferencian de otros seres, no me iban a permitir disipar, de un soplo,  la nube negra que oscureció  mi niñez y dirigió el rumbo de mi vida.   Sin embargo, lo que sí que pude hacer es construir, a través del perdón, un nuevo escenario en esos recuerdos.

💚

💙  “Y con la semilla del amor  colmé de  comprensión aquellos momentos  en los que fui  incomprendida"  💜   
 ♥️                                    💙                       💗

El camino del perdón es complejo y curioso pues, aunque sabes, que perdonar es hermoso y necesario, te sobrevienen sentimientos contrarios que te hacen dudar.    Yo también dudé y en algún momento creí que al perdonar, estaba justificando los comportamientos incorrectos e inapropiados que otros tuvieron hacia mí. 


Pero no, ahora sé que perdonar no es justificar,  de lo que se trata es de dejar a un lado los miedos, los rencores y entender, que los adultos que construyeron mi pasado, lo hicieron de la única manera que sabían hacerlo.  Comprender que mi familia, educadores, entorno social e incluso aquel maestro de lengua y literatura, que nunca consiguió  creer en mí,  estaban condicionados por la cultura, las circunstancias,  las doctrinas del momento y sus propios demonios internos.  


De la mano del perdón, pude ver que ellos, con los conocimientos y experiencias que previamente habían tenido, me amaron,   atendieron y orientaron lo mejor  que pudieron.  Justo lo que intento hacer  yo cada día  con mi hija, mi  pareja, mi familia y  todos los seres que me rodean y me acompañan en la aventura de la vida, aunque a veces, también me equivoque y sin desearlo, les haga sufrir.   

"Si bien,  perdonarles a ellos fue un acto de amor y liberación,   ocurrió algo mucho más elevado y trascendental,  tuve una noble revelación;    descubrí que también,  podía perdonarme  a mí"


Cual dulce sensación recorrió todo mi cuerpo físico y abstracto cuando, al perdonarme,  todos aquellos muros que desde mi niñez se elevaban cada vez más altos e impenetrables, se derrumbaron y pude verme por primera vez a mí, como la  mar tras una terrible tormenta,  sutil, serena, amable y bella. En aquél mágico instante, la brisa,  que llegaba fresca y con aromas de libertad desde el horizonte del perdón,  me devolvió la alegría de vivir sin miedo, confiando en mí, en mi propia valía y también, en la valía de los demás.


Ahora, tras mi despertar,  camino orgullosa de mi propia naturaleza, creyendo en ella, sabiendo que nada ni nadie puede marchitar mis talentos, mis posibilidades. Soy libre y he surgido en este plano de la existencia para disfrutar de la vida a través de mi cuerpo y mi inteligencia. 


Ahora camino ilusionada, conociendo de la naturaleza de los demás, creyendo en ellos, sabiendo que nada ni nadie puede marchitar sus talentos, sus posibilidades, porque son libres y han surgido en este plano de la existencia para disfrutar de la vida a través de la inteligencia que albergan en sus cuerpos.


“Recuerda que el perdón es un acto unilateral, interno, propio, en el que nadie puede participar solo tú, es puro amor hacia ti mismo, hacia ti misma y también hacia los demás.  Con él te desnudas del pasado, te alejas con paso firme del drama personal de ser una víctima y permites, que tu verdadero yo por fin florezca”
  

miércoles, 12 de diciembre de 2018

Serendipia. La Cura para la dislexia. Capítulo IV El Peso del Pasado.



   Aquel mi profesor de lengua, no fue el único que no supo comprender y atender una mente creativa como la mía. En la escuela, cada cual a su manera, percibió una realidad distorsionada de mí.  Yo me sentía capaz, inteligente y nunca entendí el porqué de aquel hastío hacia mi persona, porqué nadie conseguía apreciar mis talentos, mis posibilidades, porqué nadie veía lo especial que yo era y todas aquellas cosas hermosas que poseía y deseaba compartir.  


Lo que sí que, intuitivamente comprendí, es que debía ocultarme.  Y escondida, tras las sombras de los demás, desaparecí en un profundo silencio.

Apartada del resto crecí, con miedo, sintiéndome culpable, no valida, sufriendo porque los demás  parecían ser mucho mejores que yo.  Vivía, con la sensación perturbadora, de que todos a mi alrededor estaban enfadados conmigo, pues  lo que yo hacía o decía, por mucho que me esforzara, estaba mal  o nunca era lo suficiente.


Ahora comprendo, aquella congoja y dolor tan intenso que sentía en mi estomago y en mi pecho cada mañana, cuando mis padres, llenos de amor dejaban a su tesoro, en el mejor lugar en el que ellos creían que me podían dejar “La escuela”.  Cada día, la misma historia se repetía una y otra vez pues allí,  mis virtudes, se convirtieron en el antónimo de las fortalezas de los demás y mis dones, en motivo de desaprobación.


"No eres digna de ser amada, eres una niña mala, merecedora de suspensos, escarmientos públicos y continuas críticas. Ese fue el mensaje que recibí, tanto por parte del sistema educativo como por la sociedad que lo sustentaba"


“Me situaba frente al espejo, me miraba a los ojos, acariciaba el reflejo de mi rostro lleno de lágrimas y repetía una y otra vez. – Sé que estás ahí, aunque los demás no te pueden ver, yo sé que estás ahí. -"

Tras aquellas dolorosas y perturbadoras experiencias, mi esencia quedó confundida y mi autoestima herida de gravedad.  Con ello, mermó la calidad de mi desarrollo personal, académico y profesional, así como minadas mis emociones y viciadas mis futuras interrelaciones con los demás.


Hace pocas semanas, mantuve una conversación sobre mi infancia con  mi hermana, ella es 10 años mayor que yo. Le reconocía lo rebelde, respondona, caprichosa y trasto que yo fui.  Ella, mi hermana, al escuchar esto que le decía me contrarió y me dijo, con la dulzura y paz que hay siempre en sus palabras – Eso que dices sobre ti no es verdad, estás totalmente equivocada, tú siempre fuiste una niña muy buena- 



Tanto me repitieron que era mala y que estaba rota  que me lo creí.  Mi consciente lo escuchó una y otra vez, mi subconsciente lo interiorizó como verdadero  y en el inconsciente quedó grabado para siempre. Ahora tengo 45 años,  cada día trabajo internamente para sentirme digna de amor y aprobación, pero sobre todo, para encontrar de nuevo a aquella chiquilla, abrazarla y contarle que sin duda, era maravillosa y perfecta. 

“Nadie está enfadado conmigo, los que me rodean me aprecian y respetan tal y como soy. No tengo que trabajar más, no debo de esforzarme más que los demás para ser admirada y amada”