martes, 25 de septiembre de 2018

Como gato en el agua





   Pretender que una persona, que se ve afectada por dislexia, aprenda a través de la lectura y muestre sus conocimientos a través de la escritura, es como pedirle a un gato, que demuestre sus extraordinarias habilidades físicas en el agua. 

No parece muy lógico ¿Verdad? No, pues no lo es.
Os propongo un ejemplo para que podáis comprender esta afirmación.

Un  examen convencional  de 10 preguntas:

   Algunas de estas preguntas contendrán enunciados de más de 3 renglones y quizá, respuestas alternativas que se parezcan entre ellas. También, en los exámenes, suelen aparecer construcciones sintácticas que sirven para expresar comparaciones tales como: más qué, tanto como, menos qué,  y otro tipo de frases que componen la pregunta en un contexto de controversia, para apreciar si el alumno conoce realmente los conceptos o contenidos.  

Dispondremos de 40 minutos o quizá una hora para realizar el examen.

¡Comenzamos! Mientras sus compañeros leen con suficiente agilidad y se concentran rápidamente en escribir las respuestas, él, utiliza toda su energía y concentración en intentar descifrar la pregunta en cuestión. Posiblemente, además, el tamaño de letra y el interlineado no sean los apropiados.

 Necesitará leer el enunciado de cada una de las preguntas, al menos tres vece.  Si en la pregunta aparecen los adjetivos comparativos, puede que, aunque las lea 10 veces, no consiga comprender realmente que es lo que se le está preguntando.

Han pasado más de 20 minutos, el alumno continúa intentando atrapar y organizar las letras, las palabras.   Echa un vistazo a la hoja de sus compañeros y se percata que ya están contestando la pregunta 3 o 4  y él aún no ha entendido ni la primera. Entonces este alumno comienza a contestar por intuición, saltando de una pregunta a otra sin estar seguro.

Pasa el tiempo, un tiempo del cual no es consciente, pues su mente se ha sumergido profundamente en la tarea que está acometiendo obviando, por completo, el concepto tiempo.  

Pero ahí fuera, los minutos corren sin freno  y de repente la profesora dice:

¡Quedan 10 minutos para terminar el examen!

-¡Imposible! Solo he contestado 4 preguntas, he conseguido leer por encima un par de ellas más y sinceramente, no las entiendo-
 Piensa devastado el alumno  ¿Cómo voy a terminar el examen? Entonces, deja el lápiz encima de la mesa, pone las hojas boca abajo y se cruza de brazos. 


A pesar de haber pasado tardes y tardes sin salir a la calle, estudiando en un libro lleno de letras y más letras, acompañado del padre o de la madre, que se lo han explicado de muchas formas diferentes, y lo peor aún, a pesar de que se sabe la lección, va a suspender.



"Para los aprendices viso-espaciales afectados por dislexia, la obligación de mostrar sus conocimientos a través de exámenes escritos, es y siempre será, una de las experiencias más angustiosas, amargas, injustas y emocionalmente devastadoras"


“Conozcamos  y respetemos todas las virtudes, fortalezas y las características que conforman  nuestras mentes que son maravillosamente inquietas, creativas, abstractas.    Encontremos entre todos fórmulas increíbles, que nos devuelvan la alegría de ser como somos. Pensadores extraordinarios, que perciben el mundo del revés, un mundo en movimiento, lleno de vida, cargado de música, colores y texturas”