Pretender que una persona, que se ve afectada por
dislexia, aprenda a través de la lectura y muestre sus conocimientos a través
de la escritura, es como pedirle a un gato, que demuestre sus extraordinarias
habilidades físicas en el agua.
No parece muy lógico ¿Verdad? No, pues no lo es.
Os propongo un ejemplo para que podáis comprender esta afirmación.
Os propongo un ejemplo para que podáis comprender esta afirmación.
Un
examen convencional de 10 preguntas:
Algunas de estas preguntas contendrán
enunciados de más de 3 renglones y quizá, respuestas alternativas que se
parezcan entre ellas. También, en los exámenes, suelen aparecer construcciones
sintácticas que sirven para expresar comparaciones tales como: más qué, tanto como, menos qué, y otro tipo de frases que componen la pregunta
en un contexto de controversia, para apreciar si el alumno conoce realmente los
conceptos o contenidos.
Dispondremos de 40 minutos o quizá una hora para
realizar el examen.
¡Comenzamos! Mientras sus compañeros leen con suficiente
agilidad y se concentran rápidamente en escribir las respuestas, él, utiliza
toda su energía y concentración en intentar descifrar la pregunta en cuestión.
Posiblemente, además, el tamaño de letra y el
interlineado no sean los apropiados.
Necesitará
leer el enunciado de cada una de las preguntas, al menos tres vece. Si en la pregunta
aparecen los adjetivos comparativos, puede que, aunque las lea 10 veces, no
consiga comprender realmente que es lo que se le está preguntando.
Han pasado más de 20 minutos, el alumno continúa
intentando atrapar y organizar las letras, las palabras. Echa un vistazo a la hoja de sus compañeros
y se percata que ya están contestando la pregunta 3 o 4 y él aún no ha entendido ni la primera. Entonces
este alumno comienza a contestar por intuición, saltando de una pregunta a otra
sin estar seguro.
Pasa el tiempo, un tiempo del cual no es consciente,
pues su mente se ha sumergido profundamente en la tarea que está acometiendo obviando, por completo,
el concepto tiempo.
Pero ahí fuera, los
minutos corren sin freno y de repente la
profesora dice:
¡Quedan 10 minutos para terminar el examen!
-¡Imposible! Solo he contestado 4 preguntas, he
conseguido leer por encima un par de ellas más y sinceramente, no las entiendo-
Piensa devastado el alumno ¿Cómo voy a
terminar el examen? Entonces, deja el lápiz encima de la mesa, pone las hojas
boca abajo y se cruza de brazos.
A pesar de haber pasado tardes y tardes sin salir a
la calle, estudiando en un libro lleno de letras y más letras, acompañado del
padre o de la madre, que se lo han explicado de muchas formas diferentes,
y lo peor aún, a pesar de que se sabe la lección, va a suspender.
"Para
los aprendices viso-espaciales afectados por dislexia, la obligación de mostrar
sus conocimientos a través de exámenes escritos, es y siempre será, una de las
experiencias más angustiosas, amargas, injustas y emocionalmente
devastadoras"
“Conozcamos y respetemos todas las virtudes, fortalezas y
las características que conforman
nuestras mentes que son maravillosamente inquietas, creativas, abstractas. Encontremos entre todos fórmulas
increíbles, que nos devuelvan la alegría de ser como somos. Pensadores
extraordinarios, que perciben el mundo del revés, un mundo en movimiento, lleno
de vida, cargado de música, colores y texturas”